Finalizada la misa, una rápida incursión en la sacristía me
permitió, en apenas 20 segundos, tirar esta foto antes de que las puertas me
fueran cerradas sin miramiento alguno. Normal, era día de fiesta y la
hora del vermú, y nadie, que yo sepa, está obligado a soportar a un fotógrafo plasta que con
el tiempo va perdiendo la vergüenza y colándose donde puede y cuando le dejan. A
pesar de la precipitación, no me disgusta esta toma donde parece captada esa
luz tan especial que reinaba en la estancia y donde se refleja la belleza, un
punto decadente, que la hace delicadamente
atractiva. En lugares como estos se
echan de menos permisos, tiempo y el trípode. Algún día, tal vez. Se
trata de la sacristía de la Iglesia de los Santos Juanes en Nava del Rey, cuyo
exterior mostraba en la entrada anterior.
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