De niño, no podía evitar sobrecogerme cuando viajando en metro pasaba por la estación abandonada de Chamberí. Pero tampoco podía evitar mirar. Una extraña fascinación ejercía sobre mí y cuando el metro arrancaba en Bilbao dirección Iglesia, buscaba un cristal donde pegar la cara para poder verla. Visión fugaz e inquietante que me proporcionaba un momento de placentera emoción. Ahora es un museo. Ahora he podido pisarla. Lo misterioso, convertido en mundano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario